Pablo estaba captando todo el brillo, toda la gloria de la verdadera revelación de la naturaleza de Dios manifestada en Cristo. Estaba tratando de describir la más indescriptible e inexplicable belleza al decir que este tesoro, el tesoro de la realidad divina del evangelio, ¡residía en vasos de barro! Somos barro cocido, eso es lo que somos, y llevamos en nosotros el mensaje del reino eterno de luz y vida de Dios. La gente se mofaba de Pablo por su figura nada impresionante. Sus críticos decían que
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